4/11/09

Crónicas de Pushân: Picos de Europa

Amanecía en las cumbres de Picos de Europa al fondo. Dudábamos acerca de la permisividad del tiempo pero dejamos a la Santina deliberar el futuro de la mañana.

Potentes Landrovers como los de antes, me hicieron recordar los paseos en el Willy verde del abuelo. Opté por viajar en los asientos que miraban al frente para no marearme mientras dejaba los traseros para los expertos. Todo un honor comenzar la ascensión con dos auténticos conocedores de la zona, probablemente dos de los mejores entre unos pocos.

Al tiempo que alcanzábamos la carretera que subía a Lagos de Covadonga, el telón de nubes se iba retirando tímidamente invitando al sol a ofrecernos las mejores vistas pocas veces logradas.

Al igual que en otras ocasiones, miraba a mi alrededor y me sentía orgullosa de pertenecer a esta tierra, a este pequeño rincón del mundo que me erizaba la piel de emoción.

En el lugar perfecto, disfruté de lo que se extendía ante mis ojos, de lo maravilloso de observar, y de repente no había nadie conmigo. Se respiraba el silencio y una brisa muda acariciaba el pelo y mimaba la piel. Tan solo un segundo, pero clavada en el verdor y casi tocando el cielo, ese fue mi momento.

La felicidad siempre está en esas pequeñas cosas.