28/11/10

Madrid

Me vais a disculpar pero de esta fría noche de domingo no hay imágenes, tan solo este texto que surge tras dos horas de pupilas dilatadas intentando escribir sobre Madrid, mi Madrid.

Cuando se llega a una ciudad que se insinúa rauda y veloz, a veces osada y descarada, otras tímida y sensible; siempre inabarcable pero acogedora y nunca insolente, se tiene la sensación de querer quedarse eternamente. Estamos felices allí donde nos hacen felices y entonces todo se ve de otra manera.

Sin embargo para desgracia de muchos y fortuna de otros, nada es para siempre y, como dicen nuestros abuelos, hay que disfrutar mientras se es joven y coleccionar experiencias, mi máxima desde hace mucho tiempo.

Para mí Madrid es encrucijada de caminos y estación de paso; es amuleto de buena suerte; son personas y corazones; es amor y oráculo del destino. Quizás algún día podré decir que ha sido la raíz de la que nacen todas las cosas importantes que me pasarán en la vida.

Hoy el libro de mi mesilla de noche es "Mediocre" de David Barreiro por su fantástica descripción de los que han sido mis dos barrios: Chamberí y Malasaña así que, en un día como hoy, me despido tomando prestadas sus palabras:

"Hay soles y soles, digo, pero entre ellos hay un sol único y diferente, que dora los edificios y posa sus rayos sobre las aceras, te ofrece su mirada tierna y envejecida, con sus patas de gallo y su ocaso inminente. Es el sol del otoño en Madrid".