29/8/11

Sonrisa eslovena

De vuelta, rodeada de recuerdos e imágenes, me pregunto por dónde comenzar a contar un road trip de muchos países y miles de kilómetros (exactamente 6.363). También me pregunto si los Balcanes Occidentales merecen desgranarse del conglomerado de su nombre y dejar que cada país tenga su protagonismo.

Resueltas las dudas, Eslovenia entró por mis ojos desde el principio, colorista y elegante, verde y bien dispuesta, sonriente y pura, en orden y pacífica. En cualquiera de sus facetas nunca miente ni decepciona, ya sea en sus pueblos rurales, en su capital Ljubljana o en los Alpes eslovenos de cuya maravillosa naturaleza hacen honor Bohinj y Bled.


Ljubljana derrocha simpatía con edificios vivos al borde del río y se recorre a través de puentes y paseos floridos, música en la calle y mercados de productos hortofrutícolas, plantas y artesanía autóctona.

Mientras, la región más bella y natural recae, ante la atenta mirada de las peñas rocosas de los Alpes, en los profundos valles de la montaña de Triglav. Huele a hierba recién cortada, el aire no puede ser más puro y el agua de los lagos más cristalina.

Me despido con una taza de chocolate y unos pastelitos de café para afrontar mejor la vuelta hasta desvelar el siguiente país marcado en el mapa de nuestro road trip.


p a s t e l i t o s   d e   c a f é

- 115 g de mantequilla ablandada
- 115 g de azúcar moreno
- 115 g de harina sin gluten
- 2 huevos grandes
- 2 cucharadas de café recién hecho
- 1 cucharadita de levadura en polvo

Para el glaseado de café:

- 200 g de azúcar glace
- 1 cucharada de café
- agua (la que admita)

1. Precalentar el horno a 180º.
2. Batir la mantequilla y el azúcar moreno hasta que quede una mezcla cremosa. 
3. Añadir los huevos uno a uno y sin dejar de remover.
4. Incorporar la harina y la levadura poco a poco.
5. Distribuir la masa en moldes de muffins y hornear durante 15-20 minutos.
6. Retirar y desmoldar.
7. Poner el azúcar en un bol, añadir la cucharada de café y una o dos cucharadas de agua poco a poco removiendo hasta conseguir un glaseado espeso. 
8. Verter cuidadosamente el glaseado sobre los pastelitos y decorar con virutas de chocolate negro por encima.



6/8/11

Estar en Babia

Estar en Babia es, en cualquiera de los sentidos de la expresión, un remanso de paz.


Agosto es perfecto. El paisaje se debate entre el amarillo castellano y el verde asturiano con un maravilloso fondo de roca blanquecina. Hay casas de piedra anaranjada y contraventanas de metal, balaustradas de madera, a veces austeras y otras recargadas de flores de colores. Hay iglesias humildes de preciosos campanarios y espadañas coronadas por nidos de cigüeñas. Y por último hay caminos solitarios que huelen a amapolas y saben a moras. Ésta es mi postal de Babia, el lugar por el que mi madre me ha transmitido una pasión sin límites.

Lo que me trae de vuelta allí al menos una vez al año, no son sólo mis raíces sino también la garantía de saber que si me acerco a Torre de Babia me reciben con los brazos abiertos, flores en la mesa, una gran dosis de cariño y una comida cargada de buenas intenciones después de la cuál el paseo nunca se hace esperar. En el camino, el árbol rebosante de cerezas se hizo irresistible. Para todos.


Fueron tan irresistibles que no llegaron a formar parte de una receta. En cambio, conseguí guardarme algunas  para decorar mi arroz con leche.

 

Babia y arroz con leche son una buena mezcla y el broche final lo pondré mañana inaugurando una nueva década de mi vida.

Feliz verano. Mi regreso será la crónica del viaje que nos espera.


a r r o z   c o n   l e c h e

- 2 l de leche entera
- 100 g de arroz bomba
- 100 g de azúcar
- piel de limón
- canela en rama

1. Poner la leche a hervir junto a la piel del limón y la canela en rama. Una vez se haya impregnado de todo el aroma, quitar la piel de limón y la canela.
2. Añadir el arroz y remover sin parar durante una hora y cuando el arroz se haya cocido y la leche se haya convertido en crema, incorporar el azúcar.
3. Seguir removiendo hasta que se reparta bien, dejar al fuego lento unos minutos más y retirar.
4. Dejar enfríar antes de comer y una vez fría, consumir o conservar en frigorífico.

3/8/11

Otro verde

Del verde de Luxemburgo al verde de Asturias. Hemos llegado, por fin. Comienzan nuestras vacaciones aunque el sol no quiera dejarse ver tanto ahora que lo necesitamos. Venir a casa antes de irnos de viaje es el bálsamo que nos recarga para el resto del año.


Agosto y Asturias significan fiestas populares y romerías, ir de merienda y al río, jugar a las cartas y pasear por la montaña. Y todo se podía hacer a la vez, formaba parte de un verdadero ritual. Había que levantarse de buena mañana para preparar las tortillas y los filetes empanados e ir a comprar el pan. Junto a los termos de agua, de café y la bolsa nevera en mano, los pantalones cortos, el balón, las cartas y las colchas para echarse una siesta. En los coches: padres, hermanos, abuelos, primos, tíos y amigos. Todos y el todo para una magnífica excursión que, sin duda, hoy echo de menos.


Agosto y Asturias también son la Campona. Así es como llamamos en mi familia a la finca-huerta de mis abuelos, ésa donde nos solíamos juntar para comer, pasar una agradable sobremesa o una tarde recogiendo manzanas, tomates, huevos o berzas para un buen pote.

Hoy he vuelto por fin a la Campona con mis abuelos. Ha sido una tarde especial. Tanto ellos como yo nos agradecemos mutuamente esta oportunidad de mirar atrás y volver, aunque sea solo por unas horas, a los viejos tiempos en el mismo lugar y con las mismas actividades de lo que en realidad es su rutina sin mí pero conmigo recordando años ya lejanos. Me gusta volver allí y seguirles a todas partes: a comprobar cómo están las lechugas, a recoger los tomates y calabacines maduros, a arrancar y limpiar los puerros, a dar de comer a las pitas y llenar la cesta con sus huevos y a acercarme a mis manzanos, los de la variedad de manzana más única y deliciosa que existe para mí, los mismos que esta tarde me han susurrado que me esperan en octubre. Cuando estoy allí me doy cuenta de que todo el tiempo es poco para dedicarles, por eso disfruto de cada minuto.


De esta visita tan provechosa salen recetas para toda esta semana porque, de entrada, las ciruelas verdes y las manzanas no me han pasado desapercibidas desde que las he sacado del cesto. La mejor manera de ponerlas en uso inmediato me han llevado a un crumble de ambas con almendras.


Cuando como cosas que vienen de la huerta y que han sido recogidas con mis propias manos, la sensación es indescriptible. Parece que el cuerpo lo agradece y que el bienestar físico se asienta. Al fin y al cabo las vacaciones son precisamente eso, ¿no?


c r u m b l e   d e   c i r u e l a s   y   a l m e n d r a

-500 g de ciruelas deshuesadas
- 1 manzana grande pelada y cortada
- 2 cucharadas de agua
- 200 g de azúcar moreno
- 150 g de harina sin gluten
- 100 g de almendra molida
- 50 g de almendra troceada
- 150 g de mantequilla

1. Precalentar el horno a 190ºC
2. En una sartén poner las dos cucharadas de agua y las ciruelas deshuesadas a fuego lento. Pasados 5 minutos, añadir la manzana y 50 g de azúcar. Dejar que se vayan haciendo un poco durante 7-10 minutos pero sin que lleguen a deshacerse.
3. En un bol, juntar la harina, el azúcar restante y las almendras. Mezclar y añadir la mantequilla troceada. Volver a mezclar formando migas.
4. Engrasar un recipiente para horno de la forma que se desee, Verter la fruta de la sartén en el fondo y cubrir con las migas de harina, almendra, azúcar y mantequilla en toda la superficie.
5. Hornear durante 40 minutos. Los últimos dos minutos se puede poner la función de horno de gratinado si se quiere obtener un resultado más crujiente.