24/9/13

hola otoño

El verano se fue tan temprano como llegó el otoño. Con él se fueron los destellos del sol en el agua y en la piel y los embarcaderos repletos de sandalias grandes, medianas, pequeñas y sin pies.


La naturaleza cambia y nosotros nos adaptamos al cambio de estación. Es cuestión de actitud.

Las estaciones también son cambios en costumbres, en comidas, en actividades. Llegan unas frutos y se van otros; nacen unas flores y se mueren otras... El otoño me gusta especialmente por la recolección de manzanas, de castañas y moras. Particularmente, las moras me indican, sin duda, el fin del verano y el principio del otoño.


Ir a recoger moras es algo que hacía de pequeña. Solíamos ensuciarnos mucho las manos y la ropa, incluso comer unas cuantas antes de llegar a casa. Al llegar, hacíamos "paparrucha". Mi abuela o mi madre aplastaban las moras en un bol y les añadían azúcar. Nos la comíamos a cucharadas. Venía a ser una especie de mermelada preparada en un pis-pas y comida en un abrir y cerrar de ojos. Me alegra saber que puedo volver a hacer las mismas cosas que hace algún tiempo, eso me asegura que los recuerdos siguen ahí, apilados en la memoria como los libros sin estantería.



Esta vez, de ese cuenco a rebosar de moras que recogimos en el bosque salió este bizcocho, que es todo un clásico en mi cocina y que repito con cualquier fruto del bosque. La receta podéis encontrarla en este post y cambiar los arándanos por las moras. Es exquisito.

Una vez recogidas las moras, el otoño ya está aquí.